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Venecia se reconcilia con Tintoretto tras 500 años de celos, intrigas y juego sucio: @elmundoes

 

  • A la izquierda: autorretrato de Tintoretto en plenitud de su carrera, en 1548, año en que pinta ‘San Marcos liberando al esclavo’. A la derecha: su autorretrato realizado en 1588 y que se conserva en el Louvre.
  • El Palacio Ducal acoge la primera retrospectiva del artista en más de 80 años, desde la que protagonizó en 1937
  • Será la gran apuesta para celebrar el 500 aniversario del nacimiento del artista, una de las figuras esenciales del arte italiano del siglo XVI

Bajo una lápida triste, desnuda y arrinconada, situada en la penumbra de una iglesia alejada de los circuitos turísticos multitudinarios de Venecia, la magnífica Madonna dell’Orto, descansan desde 1594 los restos mortales de uno de los más grandes artistas que haya visto el mundo: Jacopo Comin, al que en su juventud llamaron Jacopo Robusti, y siempre más conocido como Tintoretto.

Esa tumba pobre y olvidada, tan alejada del suntuoso y opulento monumento funerario levantado para mayor gloria de su rival Tiziano en la vecina Iglesia de Santa Maria dei Frari, cuenta una historia. Revela la compleja relación que la ciudad de los canales ha mantenido siempre con Tintoretto, probablemente el más veneciano de todos los pintores venecianos. Porque Tintoretto no sólo nació en 1518 en la mismísima ciudad de Venecia (a diferencia por ejemplo de Giorgione, Tiziano o Veronese, que lo hicieron en terraferma, en la Venecia continental) sino que durante sus 75 años de vida tan sólo la abandonó una vez, ya sexagenario, para viajar a la vecina Mantua. Y sin embargo Venecia, que cuenta nada menos que con 21 iglesias con obras de Tintoretto y con muchísimas otras piezas suyas repartidas por toda la ciudad, con frecuencia ha tratado a ese artista no sólo con desdén sino con abierta antipatía y evidente rencor. Por no decir odio.

Sólo ahora, cuando se cumplen 500 años del nacimiento de Tintoretto, Venecia trata de hacer las paces de una vez por todas con el pintor. A partir del 7 de septiembre la ciudad le va a dedicar en el Palacio Ducal una gran exposición, la primera tras casi 80 años de la única y solitaria retrospectiva que en 1937 Venecia consagró a Tintoretto. Una prueba más de la hostilidad que durante siglos ha suscitado Jacopo Robusti y que ha sido tan enconada que hasta se granjeó el interés de Jean-Paul Sartre.

«La historia de Tintoretto, retrato del artista pintado en vida por su ciudad natal, deja transparentar una animadversión que no cede. La Ciudad de los Dogos nos hace saber que siente tirria por el más célebre de sus hijos. No es que lo diga: lo desliza, lo sugiere, lo transmite», asegura el filósofo francés en el delicioso ensayo que en 1957 consagró a Tintoretto y que en España ha publicado la editorial Gadir bajo el título Venecia, Tintoretto. «Más que una aversión declarada, es una frialdad, un descontento, la insidiosa diseminación de un rechazo», sentencia Sartre.

La historia de Tintoretto, y por ende de la inquina veneciana contra él, se vislumbra recorriendo la ciudad de los canales. Empezando por la Iglesia de San Cassiano, donde no sólo se pueden admirar tres obras suyas sino que se supone que allí fue donde fue bautizado Jacopo Robusti, conocido como Tintoretto porque su padre, Battista Robusti, era tintorero.