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Nuestro reencuentro con la bonga, la guama y el limoncillo

Bonga Canoa, frecuente en nuestros parques de Barranquilla. De ellas sacaban las canoas nuestros pescadores, por sus características de firmeza y línea recta.

 

La Guama: el estuche verde guarda sus motas de algodón, que revisten sus semillas de ébano brillante. Podríamos decir que una gran sonrisa se aloja en ese cofre de la naturaleza. No se ven con frecuencia, como antes, en los puestos de frutas y en los carritos de los vendedores ambulantes de los barrios. Compañera de puesto de la cañandonga, otro ejemplar de la naturaleza, desaparecido.

 

Limoncillo. No se sabe por qué del diminutivo, porque el fruto es grande, y parece más bien una Lima. No se come porque muchos lo consideran venenoso. Es un árbol, pero regularmente no lo dejan pasar de arbusto, para que sirva de cerca natural en los predios, jardines o andenes, por sus espinas.

 

 

Otra Bonga Ceiba, más pequeña. Corteza rugosa, de filos y cuarteada, probablemente para protegerse de los depredadores. Una obra de arte natural.