La Importancia de José María Carbonell, el 20 de julio de 1810
Según el historiador Alfredo Cardona Tobón asi sucedieron los acontecimientos del 20 de julio de 1810, fecha histórica, registrada como Día de la Independencia de Colombia :
“Las campanadas de la siete de la noche se extendieron por las calles oscuras de la monalcal Santafé y el aire helado que venía del páramo de Cruz Verde se colaba entre los grupos, cada vez más ralos, que rodeaban el Cabildo, en cuyo balcón Acevedo Gómez hacía esfuerzos inauditos para contener la desbandada y mantener vivo el movimiento, que desde horas tempranas, se había volcado contra las fuerzas virreinales y los odiados oidores españoles.
Ya se habían retirado los indios, los campesinos mestizos de los pueblos vecinos, los artesanos y las marchantas, quienes, repletos de la chicha que les repartieron los organizadores del motín del veinte de julio, estaban durmiendo la perra en los arrabales de la capital.
- Tras un día de guachafita y saqueos a los negocios ibéricos, el virrey Amar y Borbón volvía a respirar con cierta confianza.
Mientras los españoles creían que amainaba el barullo, la situación se tornaba dramática para los jefes de la revuelta pues se imaginaban así mismos en el patíbulo, que el gobierno español levantaba a los traidores.
Para alentar los ánimos, Acevedo desde el balcón del cabildo pronunciaba su histórico discurso: “Si perdeis este momento de efervescencia y calor, si dejais escapar esta ocasión única y feliz, antes de dieciséis horas sereis tratados como insurgentes. Ved ( señalando la cárcel) los calabozos, los grillos y las cadenas que os esperan”.
Cuando todo parecía perdido para la causa americana, aparecieron los “chisperos” o agitadores comandados por José María Carbonell y por Ignacio Herrera Vergara, que con algunos estudiantes se regaron por las barriadas, por los tugurios y las covachas, y empujaron al lumpen, a los artesanos pobres y a las marchantas hacia el centro de la ciudad.
- Un río de antorchas, un alud humano que fluyó de San Victorino, de Egipto, de Belén y de Las Cruces se convirtió en un trueno que rompió el silencio de las sombras exigiendo Cabildo Abierto y desfogando su furia contra el virreinato corrupto, contra los oidores y contra el despotismo de España.
Eran las ocho de la noche cuando la multitud atronadora colmaba la Plaza Mayor. No eran los lanudos montaraces del día, sino la hez del pueblo, los llamados chisperos: los olvidados, los marginados, los que nada esperaban del futuro, quienes bajo sus ruanas piojosas acariciaban los mangos de sus puñales. Grupos exaltados se aproximaron a los cuarteles y hostigaron a las tropas acantonadas, que ansiosas esperaban la orden de abrir fuego.
Al lado de los chisperos iban mujeres armadas de garrotes que animaban a sus maridos y a sus hijos. Se mezclaban artesanas y sirvientas, vivanderas y lavanderas. Una de ellas, cuyo nombre infortunadamente no pasó a la posteridad, bendijo a su hijo cuando vió que la tropa preparaba los cañones y le dijo: ” Ve a morir con los hombres! Nosotras las mujeres marcharemos adelante, presentemos nuestros pechos al cañón; que descargue sobre nosotras, y los hombres que nos siguen, y quienes hemos salvado de la primera descarga, pasen sobre nuestros cadáveres; que se apoderen de la artillería y libren la Patria!.”
Ante la presión del pueblo y de Carbonell, el virrey permitió que las tropas quedaran bajo el mando del Cabildo.
- Viéndose a salvo, los criollos, que habían permanecido al margen de los acontecimientos, empezaron a salir de sus casas a protestar contra la tiranía
Como el virrey Amar continuaba oponiéndose a la instalación de un Cabildo Abierto con representares del pueblo, los agitadores se apoderaron de las iglesias y echaron las campanas al vuelo.
- Estos clamores-, llevaron la consternación y el espanto a todos los funcionarios del gobierno. Tembló el virrey…” y presintiendo que el poder total se escurría hacia el común, Amar negoció con los representantes criollos y en lugar de un Cabildo Abierto, autorizó un Cabildo Extraordinario, cuyos miembros reconocieron a Fernando VII y conformaron una Junta de notables con el virrey a la cabeza. Hacia el amanecer del 21 de julio, se firmó el acta de Independencia”.