La explicación de El Heraldo sobre el despido de 7 periodistas
El Espectador
Foto: La Cháchara
Tensión en El Heraldo por el despido ocasiona tres renuncias de solidaridad
La crisis que viven los medios de comunicación impresos en el país se hizo evidente en uno de los diarios más importantes del Caribe colombiano. O al menos, logró tener una repercusión externa con el despido el pasado viernes de siete periodistas, algunos de ellos de amplia trayectoria en el ejercicio.
Junto con ellos, en solidaridad, presentaron su renuncia tres más, por lo que El Heraldo, uno de los diarios de mayor circulación en Barranquilla, terminó la semana con diez periodistas menos en su sala de redacción.
El viernes, la mala noticia les llegó a José Granados, editor dominical del diario y uno de los de más amplia trayectoria, quien ganó un premio Simón Bolívar de Periodismo en 2015 por el trabajo“Así se están robando a pedazos la Ciénaga Grande”; Germán Corcho, editor judicial; Eloy Barandalla, redactor de deportes; Cristian Mercado, reportero gráfico; Jimmy Cuadro, editor del tabloide Al Día, que también circula en Riohacha, Santa Marta y Cartagena; Laura Pulido, periodista de Tendencias; y Diego Forero, redactor de noticias locales.
Por iniciativa propia y solidaridad con sus colegas, se fueron Willian Cano, editor de noticias locales; Jorge Cantillo, redactor de política; y Sara Hernández, redactora de revistas. (Lea: El porqué de la renuncia masiva en el Diario del Cauca)
Sin embargo, hay versiones que se enfrentan sobre cuáles fueron las verdaderas razones del despido de los periodistas y varios de los afectados señalan que se trató, en sus propias palabras, de una
“retaliación”
por la exigencia del pago de un beneficio del que gozaban desde hace varios años, denominado como ‘cena’, que era de alrededor de $8.590 diarios para quienes excedían el horario de trabajo, una situación bastante común en el oficio.
“Es un compensatorio por el no pago de extras ni dominicales ni festivos cuando el periodista trabajaba doce horas continuas o discontinuas. Y si se trabajaba más de ese tiempo, se tenía derecho a una cena extraordinaria, es decir, eran unos $17.000 diarios, aproximadamente”,
contó uno de los afectados que pidió la reserva de su nombre. Este beneficio, expresa, está estipulado en un convenio realizado entre la empresa y la redacción.
Agrega que desde hace unos 20 años, aunque nunca quedó por escrito debido a que fue un “acuerdo amigable”, el diario siempre pagaba una cena fija diaria y se reportaban quincenalmente entre 12 y 13 cenas fijas. Adicional a estas se reportaban las extraordinarias. Pero señala que, recientemente, la empresa señaló que no se tenía derecho a una cena diaria fija ya que no estaba estipulado por escrito.
“Nosotros trabajamos 10 y 12 horas. La cena era un compensatorio por el no pago de horas extras y representaba un aumento en el pago. Consideramos que es un derecho adquirido, pero en la quincena del 10 de febrero llegó el ‘tijeretezo’ y fue cuando paramos”,
cuenta el periodista.
El tema ya se venía hablando en la redacción y el director del diario, Marco Schwartz, estaba al tanto. Se había realizado reuniones para discutir una solución, sin embargo, luego del segundo encuentro les llegó la carta con la
“terminación del contrato de trabajo sin justa causa”,
señalando que les pagará la liquidación y la indemnización correspondiente.
El director de El Heraldo
negó que se trate de una “retaliación” y asegura que el despido “doloroso” de siete de sus periodistas fue una decisión que se tomó luego de una auditoría realizada para lograr una mayor eficiencia del periódico. “No es un secreto, la coyuntura es complicada para la industria mediática y nos estamos preparando para un desafío, como lo haría cualquier empresa responsable. Lo vemos en todos los medios del país”,
señaló.
Sobre la exigencia por parte de los periodistas de la cena, explicó que desde la dirección del diario se está buscando una solución que beneficie tanto a la redacción como a la empresa y asegura que a nadie se le ha quitado nada.
“La administración trató de poner control a las cenas, que es legítimo y está en el convenio, y se pidió a los editores que las firmaran para saber quiénes estaban en la redacción hasta cierta hora. Algunos no las firmaron y por eso no les llegó el pago, pero es algo que se revirtió enseguida. Estamos buscando una forma en que se garantice la cena sin que tenga que estar hasta las 10 de la noche; eso no le conviene a nadie, ni a mí como director ni a la vida familiar de los periodistas”,
dijo Schwartz.
Aclaró que la decisión no significa tampoco que los periodistas eran ineficientes o vagos, sino que son medidas que se deben tomar para “garantizar la supervivencia”.
“El Heraldo es el único medio que ha duplicado la redacción del periódico. Pasamos de 70 a 140 periodistas, en dos años y medio, dentro de un proceso de expansión, creamos revistas y un departamento audiovisual, y no escuchamos a nadie elogiando esa creación masiva de empleos en una coyuntura de crisis. Fueron siete despidos dolorosos, pero hay que compararlos con la duplicación de la redacción y con una empresa que tiene 420 trabajadores”,
explicó el director del diario.
El despido de periodistas ha sido visto con preocupación desde diversos sectores y motivó una comunicación por parte del Círculo Nacional de Periodistas (CNP), que
“observa cómo cada día en los distintos medios de comunicación de las diferentes regiones del país se vulnera el trabajo físico, esfuerzo mental y capacidad de periodistas y comunicadores que cumplen con el sagrado deber de informar”.
En el comunicado, la junta directiva de la organización señala:
“Lo acontecido nos deja entrever que la crisis en Colombia en cuanto a la labor periodística está siendo pisoteada cada vez más, especialmente cuando los colegas buscan obtener mejores salarios y prestaciones sociales para lograr eficientes condiciones y calidad de vida”.
Sin embargo, en palabras del director del diario caribe, las medidas son necesarias para garantizar la existencia de los medios de comunicación que atraviesan por una crisis que esta vez traspasó la sala de la redacción desde la que alguna vez escribió Gabriel García Márquez y que, aunque no es nueva, empieza afectar a los trabajadores de la prensa en el país.