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“Después del Carnaval “los pecados se borran con la Cruz de Ceniza”

  • Desde el siglo II, los cristianos se preparaban para la Pascua con dos días de ayuno y penitencia; posteriormente, estas prácticas se extendieron a toda la Semana Santa. En el año 325, el Concilio de Nicea ya conocía la preparación de la Pascua durante 40 días, sobre el modelo de Jesús, que pasó 40 días en el desierto.

Recordemos también los 40 años en el desierto del pueblo de Israel y los 40 días de ayuno de Moisés en el Sinaí y de Elías en el Horeb.
Al principio, la Cuaresma comenzaba seis domingos antes de la Pascua; pero como los domingos no se ayunaba, en el siglo V se procedió a separar el Jueves y el Viernes Santo del Triduo Pascual para contarlos como Cuaresma. Más tarde, se decidió anticipar la Cuaresma cuatro días, y así se llegó al actual Miércoles de Ceniza.

  • El inicio de la Cuaresma marcaba también el comienzo de la penitencia pública de los culpables de delitos graves (apostasía, asesinato, adulterio): después de la imposición de la ceniza, recorrían la ciudad vestidos con ropas penitenciales, para recordar la expulsión del Paraíso. Estos penitentes celebraban la reconciliación el Jueves Santo.

Hacia finales del año mil, la práctica de la penitencia pública disminuyó, pero se mantuvo la imposición de la ceniza a todos los fieles. En el siglo XII, surgió la  costumbre de obtener las cenizas quemando los ramos de olivo bendecidos el Domingo de Ramos del año anterior.

 

  • La Cuaresma es una forma de recordar y compartir los 40 días de Jesús en el desierto, tentado por Satanás. Quizá podemos pensar en los clásicos desiertos de arena y soledad, de peligros y emboscadas. Pero para nosotros, hoy en día, los desiertos más difíciles de afrontar son el cansancio y las dificultades del vivir o la aridez de nuestras vidas.
    Así, este tiempo de gracia, definido por don Tonino Bello como “la vida a escala”, nos enseña a no elegir los atajos de los compromisos fáciles, de la desconfianza, del pecado, sino a saber compartir el tiempo con Jesús para aprender a otorgar las prioridades justas.

Oración, ayuno, caridad

La Cuaresma nos invita a poner a Dios por delante de nosotros mismos, a recuperar el tiempo para escuchar la Palabra de Dios y para orar. Por otra parte, ayunar significa renunciar a lo que nos llena de muchas maneras, pero no sacia el corazón: la oración y la Eucaristía sacian el corazón y dan sentido a la vida, porque el amor sacia la verdadera hambre y sed de vida y felicidad. Si la oración abre el corazón a las cosas verdaderas y el ayuno nos enseña a elegir lo que realmente cuenta en la vida, entonces la caridad es su consecuencia natural.

  • Hay quien cree que ayunar y abstenerse de comer carne son prácticas pasadas de moda; pero quizá lo que cuesta de verdad no es renunciar a la carne, sino obedecer a la Iglesia, Madre y Maestra, que nos invita a hacerlo. Esto nos sugiere que el ayuno sigue siendo actual.

Junto al ayuno físico, no podemos olvidar el ayuno del egoísmo, de la desconfianza, de las falsas seguridades, del odio y de la indiferencia.

Vaticano

Febrero 22, 2023

(Fin)